El 11de agosto de 2021, tuvo lugar la celebración de una actividad que aunaba el senderismo, la cultura y la literatura, organizada por la Asociación Cultural Asbaraguzza, a la que denominamos Ruta Nocturna de las Leyendas de Esparragosa. Partiendo de la ermita de los Santos Mártires, San Fabián y San Sebastián, nos reunimos un nutrido grupo de vecinas y vecinos de Esparragosa de la Serena, para recorrer distintos lugares de la localidad vinculados a las cinco leyendas que se han narrado desde tiempos antiguos, recitados por algunos voluntarios. La primera leyenda, la del Duende del Molino, fue leída en el puente viejo sobre el río Guadalefra, en la carretera que conduce a la vecina Zalamea, donde desde siglos atrás tenía lugar la aparición de un duende que asustaba a los viajeros, quienes intentaban atraparlo; entonces se convertía en un ovillo de lana y rodaba hasta desaparecer, mientras balaba como una oveja. Esta leyenda de tradición oral ya la recogía el investigador extremeño Publio Hurtado en su obra Supersticiones Extremeñas (1902), y se hizo eco también Antonio Agúndez Fernández en la obra Viaje a La Serena en 1791 (1955), que recrea el viaje realizado por el magistrado Agustín Cubeles y Roa en 1791 por todas y cada una de las villas que componían La Serena en aquella época.
La siguiente parada de la ruta fue en la Plazoleta de Don Simón Gutiérrez, en la que se narró la leyenda de Esparragosilla la Quemá, que los más ancianos de Esparragosa siempre han narrado de la siguiente manera: en un momento indeterminado del pasado, cuando la mayoría de las casas estaban construidas en madera, se desató una plaga de termitas que obligó a los vecinos a quemar sus viviendas con muebles, puertas y herramientas de madera y a trasladar al pueblo de ubicación.
La tercera parada nos llevó hasta la Plaza de España, donde se escuchó la leyenda del Nazareno, sobre la talla del Jesús Nazareno del siglo XVIII que se venera en la capilla de la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, y que tiene un origen legendario. Según la tradición, la familia de hidalgos que encargó la construcción de la capilla, los Rodríguez-Centeno y Chacón, mandó buscar en Sevilla una talla religiosa de Jesús cargando con la cruz a cuestas en Sevilla, la cuna de la imaginería religiosa española, donde a los enviados de Esparragosa les salió al paso un anciano de largas barbas vestido de blanco que les indicó un monasterio, donde encontraron la talla, y en el momento de ir a pesarla para tasar su precio, la balanza se equilibró con una sola moneda de oro.
La cuarta parada de la ruta tuvo lugar en las eras del Pocillo, junto a la carretera de Castuera, donde pudimos escuchar la leyenda de la piedra de Martijín o Martín Gil, un enorme roquedo de granito que se levanta junto a la carretera y de la que los más mayores del pueblo siempre han contado que se trataba del chinato que llevaba un soldado que volvía de la guerra dentro del zapato y que arrojó al pie del camino, y con el paso del tiempo, fue creciendo hasta convertirse en esa piedra tan grande.
La quinta y última parada tuvo lugar en la zona de la laguna y la dehesa de las Cien Fanegas, donde se concluyó la ruta con la narración de la leyenda de la Sierra del Oro o Lora, la más popular de Esparragosa y que ya mencionaba también Publio Hurtado en la obra arriba citada. Según se cuenta, en el siglo XIII, durante la reconquista de la zona de la Serena por las tropas cristianas de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León, un grupo de musulmanes escapó de la aldea de Esaprragosa, llevando consigo oro y joyas, y perseguidos por los cristianos, llegaron a la Sierra Lora y allí enterraron el tesoro para que no pudieran arrebatárselos. Se cuenta que un tal Juan Gallego fue testigo del lugar exacto donde se enterró el tesoro, pero murió sin revelar el secreto, y la tradición dice que debajo de la piedra de Juan Gallego se halla el oro que dio nombre a la Sierra.
Por segundo año consecutivo, el 17 de agosto de 2022, volvió a celebrarse esta mágica Ruta de las Leyendas, con una gran asistencia de público, que siguió el mismo itinerario que la anterior, pero en esta ocasión fue acompañada de la música de bandas sonoras de películas como El Señor de los Anillos, Willow o La Pasión de Cristo, para crear una atmósfera adecuada y sugerente.
