Este año 2021 se cumplen 100 años de la publicación de un libro emblemático de la literatura extremeña: el poemario El Miajón de los Castúos, del poeta de Guareña Luis Chamizo (1894-1945), publicado en 1921 en Madrid por la Editorial Juan Pueyo. Aprovechando la celebración del pasado 23 de abril del Día del Libro, quisimos rendir un homenaje sincero tanto a la obra de un poeta que supo cantar como nadie la vida campesina de Extremadura, a sus tierras y sus gentes, a sus tradiciones más antiguas, como a la figura del insigne escritor zorrero Alfonso Guerrero (1886-1949), quien llegó a mantener amistad y correspondencia con Chamizo. De hecho, en el número del 3 de abril de 1921 del periódico Correo de la Mañana, Guerrero publicó un poema titulado Del alma extremeña, que está dedicado al poeta de Guareña con motivo de la publicación de su famosa obra.
DEL ALMA EXTREMEÑA
Al poeta Luis Chamizo, después de leer “El Miajón de los Castúos”, que me dedica cordialmente.
Con el alma saturada de ternura,
de emociones inefables lleno el pecho,
he leído el ejemplar que me dedicas
de “El Miajón de los Castúos”, libro bello,
en que rimas los decires y las ansias
de estos rudos campesinos extremeños.
Este oscuro rimador de lira rota,
este mísero coplero,
sabe bien que no merece
el abrazo tan cordial como sincero
que le envías con tu libro primoroso;
pero, al fin, es extremeño
y lo acepta, conmovido, como hermano,
y en los ámbitos serenos
de la madre Extremadura, te devuelve
la efusión honda y sentida de su afecto.
Ya la trompa clamorosa de la fama
pregonando por doquier tus grandes éxitos,
cual las ondas vibratorias de los lagos
hasta mí trajo sus ecos.
Ya sabía que las puertas de la Gloria
te abrió de par en par tu libro excelso…
Pero aún no había gustado
estos hondos sentires que te debo…
Comencé con los ojos su lectura
y a poco con el alma iba leyendo.
Y al calor de tus decires,
al conjuro de la magia de tus versos
he sentido una emoción desconocida
y ha surgido en mis adentros
la visión consoladora
de la hermosa Extremadura de mis sueños,
madre noble de pintores, de poetas,
de oradores, de estadistas, de guerreros,
cuyas cunas, otro tiempo se mecían
bajo el limpio azul cobalto de su cielo.
Hijos suyos valerosos y esforzados
que impulsados por su audacia, en días pretéritos
“con la juerte calentura de la gloria
que manó del corazón a sus celebros,
conquistaron pa los reyes de su patria
los Peruses y los Méjicos”.
Madre tierna de una raza preterida…
Madre santa de hijos buenos.
Madre fuerte de una raza
de castúos labraores extremeños
que las tierras labrantías fecundizan
con suores de su cuerpo,
escardando los trigales
“o en las eras, junto al trillo, cara al cielo”,
o empuñando la mancera, canta y ara
en las cuestas arcillosas del repecho.
O en los bastos, dilatados encinares,
hombres rudos, con zamarras de pellejo,
dan al viento sus cantares confundidos
con el trémulo balar de los corderos,
con murmurios del regacho de aguas claras
que entre canchos y zarzales va riendo,
con rumores de la brisa en la horajasca…
con trinar de cogujadas y jilgueros.
Componiendo las estrofas inmortales
del poema del trabajo duro y recio
que palpitan en las hondas soledades
de los campos extremeños.
Y termino la lectura, y un enjambre
de emociones me revientan en el pecho.
He llorado de ternura, y algo noble,
y algo santo, y algo excelso,
me domina, me subyuga, me anonada
con la mágica elocuencia del silencio.
He querido traducir con palabras
y es tan dulce y es tan hondo, que no puedo.
Canta, canta ruiseñor de Extremadura,
canta siempre la belleza de tu pueblo,
y la sed de su dolor que España olvida
y la paz de su trabajo honrado y recio.
Dile al mundo que aún existe Extremadura,
madre santa de hijos buenos.
ALFONSO GUERRERO BALTASAR
Esparragosa de la Serena, marzo 1921.